Cosas de José Antonio, para andar por casa…

Aquí se puede opinar con cortesía y "animus iocandi"

Archivar para el mes “febrero, 2011”

La pausa «rápida».

Lo he escuchado en la radio. Un locutor ha dicho que iban a «hacer una pausa rápida». Y me he empezado a preguntar cómo se las apañaría para dar rapidez a la inmovilidad. Ya sé, ya sé que es una manera de hablar mal, pero una manera de hablar admitida por aquéllo de que el idioma es algo vivo… etc. pero también lo es el cáncer y todo el mundo se preocupa por acabar con él.
Porque pausa significa cesación y adjetivar como «rápida» a una pausa es un contrasentido que puede hacerle un nudo a la neurona del más avezado pensador. Si lo que pretendía decir el hablador era que la pausa iba a ser de poca duración debería haber empleado otro adjetivo: «breve», «corta», hubieran estado bien.
Se habla mal en la radio y en las relaciones interpersonales y se disculpa diciendo que es un modo coloquial de comunicarse. Sería mucho mejor que lo coloquial fuera, además, gramaticalmente correcto.
La palma se la llevan, con mucha diferencia a su favor -es decir en contra- los locutores de deportes. Por lo que veo pasando por los canales de televisión en los que hay tertulias, esos señores son unos maleducados que no dejan que ninguno de ellos termine el argumento, el ¿razonamiento? que haya emprendido. Se quitan la palabra de la boca, gritan más que el oponente y esgrimen unos argumentos de lo más peregrino. Por si fuera poco, alumbra «perlas» como lo de «el balón dividido». Siempre espero ver saltar en gajos como los de una naranja la dichosa pelota y nunca sucede pese a que en cada partido hay varios de esos balones.
Y son gentes que no dan buen ejemplo a la juventud; siempre buscan la manera de que el equipo de sus amores sitúe a «Mangurrín» en la posición de medio pivote externo con balcones, porque es en la que «puede hacer más daño», que parece ser que es de lo que se trata, no de meter más goles. Yo es que me pierdo ya con lo del fútbol y los personajes que pululan a su alrededor. Baste decir que el mandamás de España, que es el presidente de la federación,dice «fúrbol» para darse cuenta de que «cuius regio eius religio».
Y se alaba lo que «bordea» el reglamento, está fuera de él o es, sencillamente, antideportivo. Del que saca una falta sin esperar a que el adversario esté colocado se dice que es «el más listo de la clase», cuando lo que realmente demuestra es ser un «marrullerete» que se aprovecha del reglamento. Cuando un jugador es «de los de su cuerda» y entra bruscamente, es un jugador que «va al choque», mas ¡ay del que no es de los «suyos»! Sucio, violento, casi de asesinato tildarán al que se atreva a entrar fuerte Balón dividido
Y no voy a decir apenas nada si el «entrado» es una de las estrellas que brillan con luz propia en nuestro estelar firmamento, esas que cobran más al año que el presupuesto de algunos estados, entonces la palinodia es para echarse a temblar.
Bueno, me voy a hacer una pausa.

Dudoso aniversario

Hoy se cumplen treinta años de lo que se ha dado en llamar el «Golpe del 23-F». Da la impresión de que todo el mundo está recordando las circunstancias en que le pilló ese momento y yo no voy a ser menos puesto que tengo un blog y la posibilidad de contarlo. Seguro que a muchísima gente le importará una «higa» cómo lo pasé, dónde me cogió y lo que hice, pero la solución que les brindo es fácil: con no leer lo que sigue se ahorran el tostón.>

Me enteré por un compañero de trabajo en Valencia, al ladito mismo de Gobierno Militar desde donde Miláns ordenó que los tanques salieran a la calle. Gonzalo, de él se trataba, comentó que «había habido tiros en el Congreso». Se produjo una situación tensa y yo, temiendo una broma, tomé el teléfono y llamé a mi mujer que me confirmó lo que el otro acababa de decir. Desde el primer instante intuí que allí no iba a pasar nada, tan es así que continué con mis planes de trabajo para el día siguiente que comprendían un viaje por carretera a Albacete, donde había de realizar diversas gestiones. Naturalmente que escuché los comentaarios, las opiniones y las soluciones que mis colegas daban a la situación de España, pero pensé que lo mejor era que cada uno siguiera con su trabajo, porque lo mal que iba la Nación no era para cesaciones en la labor de cada cual, sino para apretar los dientes y empujar… todos en la misma dirección.

Tarde ya, me fuí a casa a pesar del bando de Miláns y transité por la pista de Silla, tomé el camino del nuevo cauce y llegué a Quart de Poblet, donde, a la sazón, residía. Mi mujer y mi hija estaban bien; cenamos, vimos lo que pasaba a través de la televisión y después de un rato me fuí a la cama porque había de madrugar al día siguiente. Un rato  después mi mujer me confirmaba que el Rey se había hecho cargo de la situación y que el «golpe» había quedado en nada. Al día siguiente me fuí a Albacete y desarrollé mi trabajo como cualquier otro día.

Luego, acerca del 23-F se han escrito miles de artículos, libros, comentarios, chistes… para venir a desembocar en esta celebración en la que se pone en solfa todo lo que se había dicho acerca de los motivos, las personas, lo oculto y lo notorio de la famosa acción de Tejero de manera que cualquiera de los intervinientes puede pasar de héroe a villano en menos que canta un gallo.

A mí se me ocurre que el sufrido pueblo español, el pastueño pueblo español, el acomodaticio pueblo español, esta sociedad inane que han ido conformando los políticos y algunos medios de comunicación, tiene el derecho a saber la verdad acerca de lo que pasó antes, durante y después del golpe, caiga quien caiga. Creo que ya tenemos la talla suficiente como para poder conocer nuestra propia historia con verdad. No tiene por qué ocultarnos nadie lo bueno o lo malo en que se haya incurrido durante el tiempo en que estamos viviendo en un estado democrático de derecho. Sí, afirmo, queremos memoria histórica, toda la memoria histórica, incluso la de esta misma tarde. Dejen de tratarnos como a imbéciles porque podemos enfadarnos mucho si seguimos por los derroteros en los que nos encontramos que más bien parecen de «todo para el pueblo, pero sin el pueblo» excepto a la hora de votar en la que se nos promete el oro y el moro – ¡vaya! ¿en qué estaré yo pensando?-. Basta de promesas porque queremos, al menos yo, hechos, no palabras.

Y ustedes, los que me leen, ¿qué opinan?

 

Arco y Arte

A uno se le quitan las ganas de escribir y hasta de hablar contemplando cosas como las que he visto esta mañana en la prensa diaria. Aquí tienen una muestra:

El príncipe agachadito recogiendo una rama que se acaba de caer de algún árbol, supongo que para ponerla en un sitio donde los visitantes no puedan tropezar

...y ésto es lo que hay...

con ella, mientras es observado por su esposa, la ministra de Cultura, el alcalde de Madrid, que pone cara de sorna, y una señora de pelo flamígero, «arreglá pero informal» que parece complacerse con el esfuerzo del heredero de la Corona. Probablemente sea la responsable -es un decir- de que la rama pueda ser vendida como objeto artístico

Ayer, mientras daba mi matutino paseo ciclista, me encontré con una rama de pino caída en medio de una calle que tenía mucho mejor porte que ésta que nos presenta la foto;  claro que, como no le encontré firma alguna, no puedo atribuír su factura a nadie, por lo tanto, la leña servirá para hacer fuego, que es el mejor destino que la leña puede tener a no ser que sea destinada a tundir las costillas de los desaprensivos que pretenden tomarnos el pelo so capa de «modernor», que es el término que habrá que acuñar para definir la modernidad «pedorra», estafadora y pretenciosa que pretende hacer pasar por arte lo que sea … razonado y explicado.

Ahí es donde creo que se equivocan y pretenden «equivocarnos»; el Arte se da cuando el sujeto lo percibe. Y lo ha de percibir como algo que está por encima de lo que es habitual, como algo que despierte en él una emoción, no que provoque el cabreo sin más. El Arte puede hacernos enojar, pero nunca ser vehículo de un enfado al comprobar que lo que se pretende es perpetrar una estafa en la que los estafados somos nosotros.

Llegado al máximo de la condescendencia, diré que lo que representa la foto me parece una tomadura de pelo en la que  está participando, siquiera sea inconscientemente, una serie de personas que no hubieran tenido que ser abocadas a esta participación.

Mi amiga Marta, que trabaja en las brigadas forestales se pondrá así de contenta cuando compruebe que una rama de éstas, de las que ella puede cortar sotopocientas cada día, alcanza una cotización superior a lo que valga la leña al peso.

Hace tiempo, tanto que ni me acuerdo de cuando fue, escribí algo para disuadir o animar -no recuerdo bien- a mi hija a dedicarse al actividades relacionadas con el arte. Entonces decía:

«¿Por qué te preocupa, padre mío,

que me dedique yo a “vivir del arte”

aunque sea del arte posmoderno?

¿Cuál es tu cuita?, ¿a qué preocuparte,

si sabes que no es cosa del demonio

ni tiene relación con el Averno?

A lo más, es, tan sólo, un nuevo momio

que se han montado, por medrar, los listos.

Llega el “gurú”, ve, gruñe, frunce el ceño,

se da mucha importancia, mucho pisto,

se traga, uno tras otro, cada «meño»

que haya en la exposición o galería,

no expresa para nada su alegría

y se va tan huraño como pueda

escondiendo en la excusa de la prisa

lo que le da la risa.»

Ahora, en serio, ¿no tenía el autor otra cosa que exponer en Arco? Si ésta es su aportación, mejor es que se dedique a las brigadas forestales que hacen una labor meritoria en pro de erradicar los incendios de nuestros ¡ay! escasos bosques. Si tiene algo mejor que aportar que lo haga sin perder un minuto, porque así no llegará a ningún sitio a no ser que se encuentre a un «eximio» de los que tanto abundan que haga lo que hizo el de mi verso que ahora sigue.

«- Que tengo que escribir «inmiatamente»,

dirá a toda la gente

que se interese por su fugaz paso.

Y, así sin hacer caso

de amigos ni tampoco de enemigos,

se va elegantemente

a descargar el fruto de su… frente.

Llega, al fin, a su casa

y, allí, aunque haya prisa, se retrasa

recordando los grandes esperpentos

que a sus pies

fulminados caerán, en un momento.

Y perfila el puñal de su venganza

y prepara la lanza

con la que ha de atacar las «Malas Artes».

¡Desdichado el pintor, pobre el tunante

que no cumpla su canon, su medida!

¡Pronto ha de conocer cuál es su ira!

Pero… entonces… detente

¿no era de ese pintor…aquél… Vicente

el Jabugo llegado ayer mañana,

que ahora reposa junto a la ventana

y al que, apenas hincado el duro diente,

ya juzgó de excelente?

¿Y el sobre lleno de verdes estampitas

–          y no de Santa Rita –

que aumentaron su ya notable erario

rindiendo a su ego homenaje pecuniario?

¡No, no!, detén tu mano

deja ya de mover «el hierro insano»

recurre a tus talentos y discurre

un discurso feliz y tapa, encubre

tus ganas de seguir

chupando de la ubre.

Y, así… cogitaciones, recursos, «flatus vocis»

y frases sin sentido cogidas con un hilo

sin que le importe un higo

que vengan o no a cuento.

Retruécanos inmensos,

remedos rebuscados,

falso fondo, bambolla,

lo que importa es la olla,

no la verdad ni el Arte.


¿Comprendes hija,

el por qué  de mi  aliento

a que ganes de otro modo tu sustento?

Con afecto, amigos, pero con gran tristeza.


Un borrico moderno

Ante una imagen como la que publico en exclusiva mundial, incluso el más curtido de los viajeros no podrá evitar un gesto de sorpresa.

El papelito que lleva el borrico metido entre los arreos de la cabezada es, ni más ni menos, un recibo de la ORA. Con un par. El dueño del vehículo debe estar harto de que le multen  por no pagar el estacionamiento y ha decidido pasar por el aro de la ordenanza municipal que no sé si contemplará este caso, pero que lo que pretende es que todo ciudadano que estacione su vehículo lo haga con la «seguridad» de que lo tendrá vigilado por el tiempo que pague.

Se me plantea una duda en cuanto a la longitud del vehículo estacionado y la posibilidad de que el semoviente se mueva. ¿Qué ocurrirá si el rucio, acosado por las moscas, da un par de pasos adelante o atrás y en el movimiento daña la carrocería del vehículo estacionado a sus alcances?

Un borrico moderno

La actitud del animal es de sometimiento absoluto a la norma. Sin duda, su dueño ha sabido aleccionarlo bien y estoy convencido de que no va a moverse del recuadro que le haya tocado en la zona azul, pero manifiesto que a mí la imagen me ha parecido chocante y como falta de adecuación temporal, como ver al Cid con un telefonillo o a Colón dejándose guiar con un TomTom. Es un anacronismo teñido de modernidad que no da la sensación de ser mejor que lo que hemos dejado. ¿Qué diría Juan Ramón de ésto? No cabe duda de que lo viejo muere por viejo mientras que lo nuevo avanza. Sin parar, sin tregua, sin sensibilidad, sin corazón.

¿Alguien dejaría un caballo de los que arropan a los toros en la entrada «estacionado» en zona azul? ¿Qué hace un borriquillo con un papel de la ORA en la cabezada al sol de una radiante mañana de febrero? Seguramente someterse al imperativo legal al que le ha sometido otro borriquillo.

Un ejemplo a seguir casi al pie de la letra

No faltan los políticos -de otros países, claro- que renuncian a percibir sus salarios ahora que la crisis aprieta; por ejemplo nuestros vecinos portugueses. El señor Cavaco Silva ha renunciado a los emolumentos que se le venían abonando por  su cargo como presidente del gobierno, unos 140.000 euros al año. Muchos otros -leo que unos 400- ex diputados que acumulaban pensiones vitalicias y salarios públicos, han renunciado a estos últimos dado que en los presupuestos elaborados para hacer frente a la crisis se prohíbe  «acumular sueldos públicos y pensiones del sistema público de jubilación» . Cualquiera llegaría a pensar que le han visto las orejas al lobo, cosa que, por otra parte, no se atisba siquiera por estos lares.

Busto de Agrippina Maior, nieta de Augusto en Segóbrica (Cuenca)

 

Claro que cuando a uno le quedan otros 140.000 euros al año «para malvivir», prescindir de otros tantos no resulta tan doloroso como para el que hubiera de renunciar a 600, teniendo otros tantos de reserva. O sea, que todo es cuestión de proporción y de medida. Lo que resulta ofensivo para la mayoría de los ciudadanos «no políticos» es:

  • el hecho de que haya tantos recovecos para engordar los bolsillos de los que nos gobiernan
  • contemplar cómo los salarios y pensiones de estos mismos sujetos son tan injustamente grandes en comparación con los del común de los mortales.
  • que se atribuya a generosidad ahora lo que antes era desmesura
  • que se pretenda aplicar la misma regla a todos cuando, como hemos dicho, el bruto en mano para seguir sobreviviendo es tan diferente en unos casos de otros.
  • que nuestros políticos sigan haciendo el «don Tancredo » hasta el momento; en el «Far West» ya estarían muertos por su lentitud a la hora de «sacar».

Ya sé que esta prédica es predicar en el desierto, pero no me cabe duda de que alguien que me lea y piensa acerca de lo escrito termine diciendo que tengo razón. Es que una de las cosas que más echo de menos en esta época en que vivimos es la aplicación del sentido común a la vida diaria.

La que está cayendo

Me pregunta un amigo francés  «si los almendros ya están en flor». He de decir honestamente que no había caído en la posibilidad de la floración de tan bellos -y útiles- árboles que son abundantes por la comarca. He de salir a dar una vuelta para asegurarme de que empiezan a nevar los montes con su particular modo de hacerlo; pero me temo que no voy a ver el blanco característico de sus flores porque «con la que está cayendo…». Me refiero, como no podía ser de otro modo a la bajada de las temperaturas. No estamos acostumbrados a casi nada de lo que signifique un revés en nuestros planes y por todo «montamos un pollo» que -a mi entender- resulta desproporcionado las más de las veces. Además, los señores de Protección Civil se encargan de advertirnos y alarmarnos las más de las veces acerca de las consecuencias nefastas que pueden tener los sucesivos empeoramientos del tiempo atmosférico, que el otro ya se sabe que va a la suya. El lema parece ser «más vale prevenir que curar» que no está mal pensado pero que puede convertirse, si se abusa de él, en un «¡que viene el lobo, labradores…!» del cuento aquél de mi infancia lejana.

El invierno es estación de frío en estas latitudes y eso hay que considerarlo como un fenómeno normal. lo que pasa es que «lo normal» no «vende» y buscamos cosas que se salgan de la norma con el fin de asombrar a los demás y asombrarnos nosotros con lo que descubrimos que es distinto de lo habitual. Por ejemplo, cuando llegamos a Valencia los que vivimos en tierras más al norte, los interlocutores suelen decirnos: «qué frío tendréis alli…» y se extrañan de que respondamos que un poco más que el que tenemos durante la conversación. -¿Nieve? -No. Es difícil que nieve en

el pueblo. Inmediatamente perdemos interés para los demás como sujeto de conversación. Si hubiéramos respondido a la última pregunta con un: -Medio metro, nos hubiéramos transformado en el centro de todas las preguntas. Y no digo nada si hubiéramos estado aislados un par de días. La epopeya hubiera dado para mucho.

El frío se soporta abrigándose bien si hay que salir y teniendo calor en casa. Ninguna de las dos cosas es difícil de obtener en los tiempos que corren.

Al menos lo de «ni un hogar sin lumbre…» se va cumpliendo aunque resulte cada vez más difícil que se cumpla; lo que empieza a ser más problemático cada vez es lo de «ni un español sin pan».

... el cielo cada vez más gris y el horizonte más enmarañado...

Pero a pesar de la voluntad de que escampe, tenemos el cielo cada vez más gris y el horizonte más enmarañado, se pongan como se pongan los de la Protección Civil que, en este caso, intentan convencernos de que no es para tanto y hasta no hace mucho tildaban de antipatriotas y de catastrofistas a los que veían que la cosa no iba bien y que iba a peor. Ahora estamos abocados a bailarle el agua a «los chinitos» -no puedo evitar recordar las huchas del DOMUND y el dinero para las misiones- que nos pueden comprar en cuanto quieran y habrá que hacerle el caldo gordo a la señora Merkel que era una inútil en la apreciación del señor Rodríguez Zapatero que en cuestión de predecir el tiempo -y en otras muchas cuestiones- no tiene precio.

Con la que está cayendo, querremos -querrán- hacer todas las reformas a la vez y les van a salir mal todas. No quisiera encontrarme en la piel del señor Rajoy cuando llegado el momento, le toque gobernar. Más bien quisiera no ganar las elecciones… a no ser que lo tenga todo perfectamente planeado -no creo en los milagros- para que apenas hayan pasado los cien días de rigor, «ésto» funcione como una nación civilizada. Porque, antes de que transcurran los cien días, va a tener a la izquierda rampante y alborotadora en las calles vociferando que las cosas no han mejorado, que la crisis era estructural y que el señor Rodríguez Zapatero, sus ministros y las políticas seguidas durante estos años han sido lo mejor de lo mejor. Ya apunta por dónde van a ir los tiros, la declaración del presidente del gobierno cuando dice que lo mejor que ha hecho ha sido la ley de matrimonios homosexuales. Probablemente tenga razón y «éso» sea lo mejor que haya hecho, sin duda.

En fin, amigos, que éste es un jardín del que es difícil salir y sólo se hace con esfuerzo, con sacrificios, con trabajo ímprobo, con dejación de derechos en favor de obligaciones y con espíritu de nación, de pueblo, de grupo cohesionado. No vale mirar al cielo y quejarse del frío. No vale hablar del tiempo con la que está cayendo.

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