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El gol que no debió haber sido

Siempre me he tenido por un defensor de las esencias del deporte, de su limpieza y del valor educativo que tiene. Ayer, me quedé viendo en la tele el partido de fútbol que jugaron el Valencia y el Español en Mestalla. Todo el partido fué un despropósito, lamentable la actuación de los jugadores  -pese a lo que cobran- y para olvidar la del árbitro y sus ayudantes.

En octubre de 1977, con ocasión de habérseme hecho el encargo de pronunciar la lección inaugural del «Centre d’Estudis Esportíus» del Valencia C.de F. puse de manifiesto mis dudas acerca de lo de deportivo que pudiera tener el fútbol y expresé mi desconfianza en la ecuanimidad de los árbitros. Aquéllo resultó ser una tormenta en un vaso de agua y aunque algunos «redactores deportivos» del momento intentaron saltarme al cuello, no tuve que soportar demasiados inconvenientes. Más bien fueron divergencias de opinión. Luego, el tiempo, me ha ido dando la razón.

El árbitro del Valencia-Español de anoche se equivocó demasiadas veces. Más de las que les tendría que estar permitido equivocarse al árbitro de una competición -un espectáculo- en la que se juegan muchos miles de euros.

Se equivocó el señor González González al no señalar como penalti el derribo a Adúriz por parte de Kameni, el portero del Español, se equivocó en la expulsión de Adúriz, que no agrede, sino que se quita de encima a quien le está haciendo falta y se equivocó al dar como válido el gol de Mata en el último minuto, porque Mata estaba en fuera de juego. Y se equivocó al no prorrogar en un minuto el tiempo añadido porque los jugadores del Valencia, haciendo gala de falta de deportividad, perdieron un minuto en celebrar el gol y en felicitarse. Además, durante el primer tiempo consintió entradas duras de los jugadores del Español que, evidentemente, no eran muestra de lo que se podría llamar «juego viril» y sí «mala leche».

Expuesta así mi postura, debo decir que el gol de Mata me supo a gloria. Pocas veces me había proporcionado un gol tanta satisfacción como la que me proporcionó ese gol ilegal. Ahora, después de muchos años, entiendo el placer que significa ganar de gol injusto en el último minuto. Otros aficionados de otros equipos me lo habían dicho y nunca les creí. Ahora lo entiendo, ¿comprenden? ¡Ya era hora!

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